SOMOS CUERPO, MENTE Y EMOCIONES

04.01.2016 16:04

Devolver al individuo su sensación de unidad y la capacidad para percibirse como un todo es el principal paso para el bienestar. Se trata de que la persona pueda integrar las diferentes facetas de su ser, la mental, la emocional y la corporal, en lugar de vivirlas como partes distintas de uno mismo que batallan para encontrar un espacio de expresión. Para explicar esta labor integradora echaremos mano de la metáfora del carruaje contada, en alguna ocasión, por Jorge Bucay.

Un día de octubre escuché una voz familiar al teléfono que me dijo:

- Sal a la calle que hay un regalo para ti.

Entusiasmado, salgo a la acera y me encuentro con el regalo. Es un precioso carruaje estacionado justo frente a la puerta de mi casa. Está construido en madera de nogal lustrada, tiene herrajes de bronce y lámparas de cerámica blanca, todo muy fino y elegante.

Abro la portezuela de la cabina y subo. Un gran asiento semicircular forrado en terciopelo de color burdeos le dan un toque de realeza al cubículo. Al terminar de sentarme tomo conciencia de que todo parece diseñado exclusivamente para mí: está calculado el largo de las piernas, el ancho del asiento, la altura del techo... todo es muy cómodo y no hay lugar para nadie más.

LA FUERZA DE LOS CABALLOS

Entonces miro por la ventana y veo el paisaje: de un lado está mi casa, del otro la casa de mi vecino... y digo: "¡Qué fantástico regalo! ¡Qué bien, qué lindo!". Y me quedo largo rato disfrutando de esa sensación. Pero pronto empiezo a aburrirme... lo que se ve por la ventana es siempre lo mismo.

Me pregunto: "¿Cuánto tiempo uno puede ver las mismas cosas?"

De pronto me parece  que el regalo que me hicieron, tan bonito y cuidado, no sirve para nada. De eso me estoy quejando en voz alta cuando pasa mi vecino que me dice como adivinándome:

- Cambia esa cara de amargado, hombre. ¿No te das cuenta de que a este carruaje le falta algo muy importante?

Yo pongo cara de "qué le falta" mientras miro las alfombras y los tapizados.

- Le faltan los caballos - me aclara antes de que llegue a preguntarle.

Por eso veo siempre lo mismo, pienso, por eso me parece aburrido...

Entonces voy hasta el corralón de la estación y le ato dos caballos al carruaje. Me subo otra vez y desde dentro grito:

- ¡¡¡Eaaaaa!!!

El paisaje se vuelve maravilloso, cambia permanentemente y la excitación de todo lo que siento me fascina y me sorprende.

Sin embargo, al poco tiempo empiezo a notar cierta vibración en el carruaje y a ver el comienzo de una grieta en un lateral.

Son los caballos que me conducen por caminos terribles; agarran todos los baches, se suben a las veredas, me llevan por barrios peligrosos. Me doy cuenta de que no tengo ningún control de nada; los caballos me arrastran a donde ellos quieren. Al principio, ese derrotero era muy lindo, pero al final siento que es demasiado peligroso. Me asusto. Esto tampoco sirve.

NECESITAMOS AL COCHERO

En ese momento, veo a mi vecino que pasa por ahí cerca, en su coche. Le grito:

- ¡Qué me hizo!

Me responde:

- ¡Le falta el cochero! El cocheeerooooo...

- ¡Ah! - digo yo.

Con gran dificultad y con su ayuda, sobrefreno los caballos y decido contratar a un cochero. A los pocos días asume funciones.

Es un hombre formal con cara de poca sonrisa y mucho conocimiento. Me parece que ahora sí estoy preparado para disfrutar verdaderamente del regalo que me hicieron. Me subo, me acomodo, asomo la cabeza y le indico al cochero hacia dónde quiero ir. Él conduce, controla la situación, decide la velocidad adecuada y elige la mejor ruta. Ahora sí que por fin... puedo disfrutar realmente del viaje.

Esta pequeña alegoría describe el concepto holístico de ser persona. Hemos nacido, salido de nuestra casa y nos hemos encontrado con un regalo: nuestro cuerpo. Una especie de carruaje diseñado especialmente para cada uno de nosotros. Un vehículo capaz de adaptarse a los cambios con el paso del tiempo, pero que será el mismo durante todo el viaje.

Al poco de nacer, nuestro cuerpo registró un deseo, una necesidad, un requerimiento instintivo y se movió. Este carruaje - el cuerpo - no serviría para nada si no tuviese caballos. Los caballos son los deseos, nuestras necesidades, pulsiones y afectos. Sin la fuerza de empuje de nuestras emociones, sin este motor, nuestra vida quedaría sin ningún movimiento. De hecho ésta es la raíz etimológica de la palabra emoción: "e - moción", hacia el movimiento.

TRES PROTAGONISTAS EN UNO

Todo va bien durante un tiempo, pero en algún momento empezamos a darnos cuenta de que arrastrados solamente por nuestros deseos, instintos y emociones transitamos muchas veces por caminos un poco arriesgados y otras llevamos un rumbo francamente peligroso. Descubrimos la necesidad de controlar esa fuerza, de encauzar la energía del sentimiento. Aquí es cuando aparece la figura del cochero: nuestra cabeza, nuestro intelecto, nuestra capacidad de pensar racionalmente.

Hay que saber que cada uno/a de nosotros/as es por lo menos estos tres personajes que intervienen en esta historia. Tú eres el carruaje, eres los caballos y eres el cochero durante todo el camino, que es tu propia vida. La armonía debe construirse con todas estas partes, cuidando de no dejarnos de ocupar de ninguno de estos tres protagonistas.

Permitir que tu cuerpo sea llevado sólo por tus impulsos, tus afectos o pasiones, puede ser y es sumamente peligroso. Es decir, necesitas de tu cabeza para poner cierto orden en tu vida. Pero, si bien el cochero es el que puede evaluar el camino y elegir la ruta, siguen siendo tus caballos quienes realmente tiran del carruaje.

No lo olvides, ni permitas que el cochero los descuide ni deje de tenerlos en cuenta. Tienen que ser alimentados y protegidos, porque... ¿Qué harías sin los caballos?

Aun cuando alguno de esos caballos tienda a desbocarse a veces, aun cuando ensucie la acera de tu casa y te obligue a hacer limpieza cada día, aun cuando consuma mucho de lo que tanto te cuesta ganar... ¿Qué sería de ti si fueras solamente un cuerpo y un cerebro? Si no tuvieras ningún deseo, ¿Cómo sería la vida? Sería como la de esa gente que va por el mundo sin contacto con sus emociones, dejando solamente su cerebro que empuje el carruaje.

Obviamente, tampoco podemos descuidar el carruaje, porque tiene que durar todo el trayecto. Si nadie lo cuida, el carruaje se rompe y, si se rompe, se acabó el viaje.

Una vez me doy cuenta de que soy mi cuerpo, mi dolor de cabeza y mi sensación de apetito; que soy mis ganas y mis deseos y mis instintos; que soy además mis reflexiones, mi mente y mis experiencias... Entonces, en ese justo momento, estoy en condiciones de empezar, equipado, el camino hacia el rumbo que hoy decido para mí.

 

Fuente: Mente sana.  

Contacto

Jessica Pedrero Jessica Pedrero Gómez: Socióloga, Especializada en Psicología Social, Experta en Coaching Personal y PNL. Instructora de Mindfulness. Certificada en Hipnosis y biomagnetismo. Monitora de Risoterapia.
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